¡Hola! Yo soy Sandra Burgos y esto es 30K Coaching. Si yo te digo que hoy vamos a ver cuándo deberías hablar con franqueza, tal vez tu respuesta instintiva sea: “Siempre, ¿no?”. Pues tal vez no. Te explico…
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Pues bien, John Maxwell habla de la franqueza en estos términos en su bestseller “Los 5 Niveles de Liderazgo”. Te dejo aquí el enlace por si te apetece leer sobre esto.
Cuidado y franqueza
En cualquier tipo de relación, ya sea una relación de pareja, una relación de amistad o incluso la relación de un líder con su equipo, hay dos elementos importantes: el cuidado y la franqueza. Y para que la relación funcione saludablemente, debe existir un equilibrio entre ambos. Es decir, no podemos renunciar a ser francos con una persona siempre por proteger permanentemente sus sentimientos. Esto daría lugar a una relación totalmente disfuncional. Y tampoco podemos ignorar las emociones que puede desencadenar el hecho de ser francos sobre un aspecto determinado. Esto daría lugar progresivamente a una relación distante.
El cuidado valora a la persona, y la franqueza valora el potencial de la persona.
El cuidado establece la relación, y la franqueza expande la relación.
El cuidado es el que define la relación, mientras que la franqueza define la dirección de la relación.
Lo cierto es que el cuidado no debería suprimir a la franqueza cuando ésta es necesaria, pero la franqueza nunca debería desplazar al cuidado, al menos no si queremos conservar la calidad del vínculo en esa relación.
Preguntas que debes hacerte
Entonces, ¿cómo decidimos cuándo debemos ser francos con una persona que nos importa aun sabiendo que eso podría generar emociones nada placenteras en esa persona? Por ejemplo, porque queremos decirle algo que no nos gusta de lo que hace. Pues Maxwell recomienda que antes de optar por la franqueza directa, te hagas a ti mismo estas 9 preguntas:
- ¿He invertido lo suficiente en la relación como para ser franco?
- ¿Valoro de veras a esta persona, como persona?
- ¿Estoy seguro de que el problema es de ellos y no mío?
- ¿Estoy seguro de que no se trata de un intento de ataque por sentirme amenazado?
- ¿Es resolver este problema concreto más importante que proteger sus sentimientos?
- ¿Va a servir esta conversación a los intereses de esa persona y no sólo a los míos?
- ¿Estoy dispuesto a invertir tiempo y energía para ayudarle a cambiar ese aspecto, si es que decide cambiarlo?
- ¿Estoy dispuesto a mostrar cómo hacerlo y no sólo a decir lo que considero que está mal?
- ¿Estoy dispuesto a establecer expectativas claras y específicas sobre el cambio que a mí me gustaría ver?
Si puedes contestar “sí” a todas estas preguntas, entonces es probable que tus motivos sean los correctos. Y esto significa que tienes una buena posibilidad de poder comunicarte de manera eficaz.
Si has respondido que “no” a alguno, revisa bien qué ocurre en ese aspecto antes de lanzarte a ser franco sin filtros. Y toma la que consideres que es la mejor decisión.
Comenta…
Ahora cuéntame en un comentario alguna vez que el haber sido franco te haya salido mal. ¿Y qué ocurrió? ¿Tal vez fallaron las formas? ¿Tal vez la otra persona se sintió atacada? Cuéntame cómo interpretas la situación.
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1 Comment
Jesús
13 marzo, 2019 at 1:20 pmMuchas gracias, Sandra.
Me gusta verlo como un péndulo, en el que en un extremo está la Franqueza sin Cuidado; y en el otro el Cuidado absoluto sin Franqueza. El término medio, para mi, se trata de una asertividad que requiere de fórmulas específicas de comunicación (qué decir y cómo decirlo) en función de las necesidades de esa relación.
Mi tendencia en ese péndulo es a la Franqueza sin cuidado, por lo que tengo que poner especial atención en “cómo” digo las cosas… en la mayoría de las interacciones.
Un abrazote.